viernes, 27 de junio de 2014

LA LLORONA LOCA. TAMALAMEQUE

"La Llorona Loca", leyenda que nos hace reconocidos a nivel mundial, gracias a la canción del compositor banqueño José Benito Barros Palomino (q.e.p.d.)  En esta entrevista realizada por alumnos del Instituto Técnico Agropecuario de Tamalameque, Francisco "Chico" Gómez nos narra como escuchó el grito de este espanto.
Proyecto de investigación "RECORDANDO  ANDO" dirigido por el especialista en educación en artes y folclor: Edgar Alfonso Peñaloza Robles.
INTEGRANTES DEL GRUPO DE INVESTIGACIÓN.
José  Armando  Aguilar  Mier.
Juan  Camilo  Oviedo  Gómez.
Oscar  David  Pino  Mier.
Wilfredo  Rángel  Martínez.
Xavier  Yaleani  Vega  Valle.

LA  LLORONA  LOCA.
(Tomado del libro. TAMALAMEQUE, HISTORIAS Y LEYENDAS. de Diógenes Armando Pino Ávila.)
¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Dónde? y ¿a Quién? se le presentó por primer vez, es difícil precisar, esta leyenda, este ser legendario,"este aparato", (Como el Tamalamequero nombra estos fenómenos), que, desde siempre ha estado con nosotros asustándonos unas veces, otras inspirando a nuestros juglares y narradores de cuentos. Leyenda o realidad siempre está con nosotros.

Los abuelos de nuestros abuelos, contaron a éstos y ellos a su vez a nuestros padres, y éstos a nosotros, a nuestros hijos, siempre siguiendo la cadena de la tradición tejida, con los eslabones de la fantasía mágica de las noches de "luminarias", fabricando pacientemente la cadena de nuestra cultura popular, cincelando artísticamente ese legendario ser.

Había luz eléctrica y que estas eran alumbradas (Las calles) por mecheros de Kerosén, llamados pomposamente "Luminarias". Los gritos aterraban la población y ningún parroquiano osaba salir a la calle.
Sostenían y sostienen los ancianos de mi pueblo, que en las épocas en que se escuchaban esos gritos, sobrevenía muerte, miseria y ruina sobre la población.

¿Quién era la Llorona y cómo era? No. Eso no tenía respuesta. Andando el tiempo, podríamos decir, ayer, comenzaron a florecer versiones explicatorias de acuerdo a la fantasía popular, que mitificaban aún más la leyenda tales como: "La historia de una doncella, niña bien, que empujada a la agitada corriente del
amor, no supo nadar buscando la orilla, sino que por el contrarío, se sumergió en el piélago de la pasión, entregándose sin reserva ninguna a su amante. De esa entrega resultó como consecuencia un embarazo. Entonces, al comentar con su amante sobre el fruto que latía en sus entrañas, El montó en cólera, evadiendo
toda responsabilidad y huyendo del poblado, dejando abandonada a la desflorada doncella.

Ella, ante tal circunstancia, se llena de infinita tristeza, no hallando para su mal ninguna salida satisfactoria, comienza a consumirse envuelta en su melancolía. Un día cualquiera decide ir a bañarse a las aguas del "Caño Tagoto" y estando bajo la fresca sombra de una ceiba gigantea, empieza a fraguar su macabro plan:
EL ABORTO. Vuelve al pueblo, consulta con una comadrona amiga de su casa, por las hierbas malditas que pueden truncar una vida en gestación esto lo hace sin levantar ningún tipo de sospecha; pues, nadie, absolutamente nadie, puede pensar que ella ha entregado su virginidad-. Sabida de tan terrible secreto, marcha al campo y reúne las hierbas, y por la noche cuando todos duermen en su hogar, se levanta sigilosa y prepara el fatídico brebaje, el cual consume desesperada.

A la mañana siguiente, pide permiso para salir a pasear, concedido éste, parte para el campo en busca de la sombra cómplice de la ceiba gigantea que le dio la inspiración del aborto. Ahí tendida, espera ansiosa los espasmos de agonía que le provoca el brebaje consumido la noche anterior, Revolcándose, presa de agudos dolores, sintiéndose morir, siendo la mujer más desgraciada del mundo, sufre los dolores del pecado y la angustia de la maldad; ahí, sola bajo la ceiba, cubierta por la sombra cómplice de esa silenciosa testigo, desnuda bajo la mirada de Dios, siente el desgarrar de sus carnes y el ansia de vida que reclama ese ser en formación. Trata de arrepentirse, no hay remedio, el mal estaba hecho.

Con dolores que subían en intensidad, se desprende de su interior, el hijo del pecado rodando por sus piernas, cayendo sobre el pasto todo ensangrentado, haciendo movimientos espasmódicos de vida. Ella, transida de dolor observa aterrada a ese pedazo de su vida que acaba de malparir; desquiciada por el dolor y tal vez por su crimen, lo toma en brazos, besa al amasijo de carne sanguinolenta que es el feto -su hijo- y en sus ojos trastornados por la locura ve a un sonrosado y sonriente niño, que le acaricia los labios, con su piel de rosa.

Levantándose del suelo camina lento hacia la orilla del Caño "Tagoto", donde musitando frases de cariño, lo eleva al cielo y murmurando el nombre del pérfido que la abandonó, lo arroja a las tormentosas aguas que dibujan el paisaje de la orilla. Loca, totalmente desquiciada vaga por la orilla del "Tagoto" todo el día y parte de la noche, hasta que decide en su locura volver al poblado. Allí recorre sus calles lanzando alaridos sobrehumanos, acompañados de sollozos y lamentos donde pregunta por su hijo.

Siempre llorando y lanzando sus alaridos infrahumanos, se dirige de nuevo al "Caño Tagoto”, lanzándose a sus aguas y hundiéndose por siempre en él. De esa noche en adelante, desde las orillas del "Tagoto", parte la leyenda hacia Tamalameque lanzando sus alaridos, que recorren todas sus calles, sobrecogiendo de espanto a todos sus moradores."

Otra versión es "de la mujer infiel, aquella que aprovechaba la ausencia del marido y por las noches, cual fantasma salía cubierta con una sábana blanca, lanzando gritos lastimeros y tenebrosos; alaridos que atemorizaban al vecindario, el cual lleno de susto cerraba puertas y ventanas desde tempranas horas de la noche, dejando expedito el camino al amante, quien después de los gritos se deslizaba al amparo de las sombras hasta la casa de la infiel y postiza Llorona".

No podría terminar esta crónica, sin antes mencionar al maestro JOSÉ BENITO BARROS, quien narró en sus cantos, la leyenda de la inmortal "Llorona", haciendo con ello posible que el mundo conociera nuestra leyenda y el sonoro nombre de nuestro pueblo: TAMALAMEQUE. (Tomado del libro. TAMALAMEQUE, HISTORIAS Y LEYENDAS. de Diógenes Armando Pino Ávila.

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